Nos supo salvar.

14 de enero de 2013

Demonios

Podemos andar sobre el pavimento o cruzar la montaña, da igual, me afecta más el simple hecho de tener tierra firme debajo de mis pies. Chillaba el suelo de madera, gastado por los años y su intransitable deseo de ser recorrido por alguien más que un ser humano. La pasión de una charla agonizante, de misiles y rebotes inconcebibles alteran tus sentidos como copas de licor, enroscado en un tumulto de gente que larga vapor de sus oídos, tan acompañados, pero tan solos. Solamente el ego puede causar semejante desvarío en tu cabeza, simplemente para alejarte un poco más de la cruda realidad, aquella que parece prolongarse a través de los años pecadores e inertes de lujuria pretenciosa y pendenciera. Sobre mi nuca, el peso de la humanidad se abalanza como un depredador a su alimento. Hoy, tal vez deje de lado aquellos movimientos absurdos que carecen de oxígeno, como cuando cantás en la ducha, abrazado al calor del agua, el vapor, que parece tomar la forma de una persona a la cual nunca podés agarrar porque se desvanece con el más simple contacto. Para todos aquellos, que viven de utopías, resacados de una noche sin fin, que termina solamente en un coma de apatía.

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